martes, 16 de febrero de 2021

Viajes, mapas, recónditos lugares

 



Viajes, mapas, recónditos lugares

 

Se acercó a la mesa de roble. Las gruesas columnas de lo que antaño latía en un árbol, sostendrían impasibles el peso de sus sueños. Desplegó varios mapas sobre ella. Los encontró fascinantes, como siempre, aun en su amarillo gastado, a pesar de las incontables marcas en el papel que señalaban la huella de los pliegues cuando después los doblaba y recogía.

Liberó la mente y a su mirada de la carga de las máscaras que velaban su alma la mayor parte de las horas. Recorrió con los ojos y las yemas de los dedos aquella piel hecha de lejanías, abismos y horizontes: ríos, lagos, mares y océanos fueron los primeros en seducir su atención con sus vetas azules algo desvaídas; luego sus manos descubrieron islas, algunas tan minúsculas que no había reparado en ellas en anteriores vuelos, tal vez feudos de silencio y olvido, arenas blancas nunca melladas por huella humana. Después su mirada topó con los límites de grandes extensiones de tierra, continentes aislados o hermanados en colosales abrazos tectónicos, quién sabe, tupidos bosques, montañas nevadas, inaccesibles. Cuevas profundas, umbrales sin dueño y sin nombre, desiertos abrasadores pero gélidos en la noche bajo las estrellas, torrentes de agua salvaje como arterias de vida desbocada, ciudades desconocidas, ni siquiera soñadas, con callejuelas de piedra y plazas henchidas de luz, palacios inmensos con jardines de cuento, vergeles de estrechas veredas que se abrían a fuentes centenarias; ¡y templos!, casi ocultos en remotas ubicaciones, donde las brújulas quedaban perdidas, con bibliotecas circulares que remontaban las alturas y amables maestros que escribían con pluma, para dejar que se posasen en el papel las señales del universo.

Pero él ya dormía, como solía sucederle: su pecho apoyado en la mesa, los brazos abiertos abarcando los mapas, su rostro ladeado parecía sostener una sonrisa, soñando en todos los lugares a los que nunca iría en esta vida, dejándose mecer por la sospecha de que de algún modo ya conocía esos sitios, todos los puntos sobre aquellos mapas que podía abrir ante sus ojos. Siempre que lo deseara…   

 

 

 

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