sábado, 29 de junio de 2019

Pulso



“y sintió la alegría del olvido
y al andar descubrió la maravilla
del sonido de sus propios pasos
en la gravilla.”
Radio Futura. El canto del gallo

Pulso

La última grabación musical que hice en radiocasete data del año 2000. Todo se aceleró desde poco antes de esa fecha y ahora en ocasiones apenas reconozco el mundo. No soy un nativo digital, no puedo serlo, y siempre me delatará el acento de una lengua aprendida, a marchas forzadas, casi sin darme cuenta, casi de forma impuesta.
Ahora, salgo a la calle con un bolso, una bandolera o una riñonera, las lleno de cosas que no necesitaré y noto su peso al caminar. Desde el móvil a una botella de agua, una cartera con demasiadas tarjetas inútiles, pañuelos de papel para un regimiento y todo el “por si acaso” que quepa dentro. ¿Cómo diablos metía antes esto en los bolsillos? La respuesta se adivina. Si alguien me hubiera dicho hace 20 años que portaría siempre conmigo un ordenador del tamaño de un minúsculo teléfono, lo habría tildado de loco. ¿Para qué?, le hubiese preguntado.
El miedo se ha colado en nuestras vidas: necesitar algo y no tenerlo ya, y sobre todo el vértigo de estar desconectados, de sentir el vacío, no saber manejar el tedio, los espacios en blanco. Yo mismo siento a veces una ansiedad difusa; no sé qué hacer con las manos.
Ahora que desconocemos la espera, todo está a un clic de distancia. La relación con el otro también se ha simplificado; nos sentimos acompañados por el extraño calor de cientos de perfiles virtuales, pero cuando el silencio nos alcanza (y siempre lo acaba haciendo) el eco solo nos entrega nuestra voz y la pavorosa nada.
Todos estos cambios llevan en sí cosas valiosas, por supuesto que sí (¿Cómo iba yo a negarlo?): la cercanía con algunos es real, la información vuela libre y al alcance. Pero qué fácil ser engullido por la fantasmagoría del entramado, por todas sus promesas. En fin, como se ve por el extracto que encabeza esta reflexión compartida, soy un dinosaurio; y hoy he corrido el riesgo de salir a dar un paseo sin itinerario. He dejado el bolso en casa y no cargo en los bolsillos más que un par de monedas. Confieso que al principio me ha acompañado un desasosiego, un sentirse desnudo, pero al poco el cristal de la Vida se ha ido desempañando, ofreciéndome su pulso, entre el gozoso olvido de mí mismo, la respiración pausada y el crepitar de unos pasos sin rumbo.

David Sánchez-Valverde Montero
Fotografía: Iñaki Mendivi Armendáriz



martes, 25 de junio de 2019

Encontró sus labios


Encontró sus labios

Su mirada, repentinamente,
encontró sus labios:
no parecían reales,
tan delicadamente trazados en el rostro.

Entonces,
un deseo infantil cruzó su mente:
probar esa golosina,
devorar, dormirse en su boca,
en aquella promesa,
encenagado en esa eternidad de placer,
que de seguro lo abocaría
a otros placeres inimaginables,
            tras su oscura oquedad…


David Sánchez-Valverde Montero (Mi primavera contra el mundo)
Fotografía: Iñaki Mendivi Armendáriz

Otra luz




Otra luz

Hace ya tiempo una idea se posó en mi mente distraída: reflexioné acerca de las religiones, la fe, las creencias, la mística, las sabidurías. Caí entonces en la cuenta de que pocos “profesionales” de la fe me habían iluminado con los ojos a lo largo de mi vida. Escasos sacerdotes o monjas miraban y se movían por el mundo como yo habría esperado. Es decir, estar en contacto (o creer estarlo) con los bálsamos de las verdades reveladas, debería provocar una sonrisa casi perenne o al menos una expresión de gozosa serenidad. Por el contrario, en la mayoría de ellos y ellas (con gloriosas excepciones) hallamos el rictus del desencanto, del deseo reprimido, el resentimiento que golpea tras las sombras de la culpa. Yo no sé casi nada; y honestamente digo que cada vez sé menos, pero puedo decir que los contados sabios que he conocido (cristianos algunos de ellos) sostienen otra luz, calman con su sola presencia, y uno los abrazaría sin apenas conocerlos.

Y es que… cómo puede explicarse que alguien esté convencido, crea, intuya, o siquiera sospeche la ilusión del tiempo, los fulgores de lo eterno, las mieles de ser sabio en esta vida, el néctar que espera tras el umbral de la otra; o de las otras, otras vidas, tal vez comenzar de nuevo, siendo distinto, otra cosa, o regresar al océano primigenio, ser de nuevo cuna de estrellas, bajo el amparo de un dios o divinos quizá nosotros… Todo esto  y más de lo que aquí afirmo y no sonreír con más frecuencia, ser claridad para otros, enseñar a vivir, ser flujo cristalino, permanente presencia, ser amor, sentir la humana duda también pero a pesar de ello y por ello seguir reflejando lo mejor de uno mismo.  

David Sánchez-Valverde Montero
Fotografía: Iñaki Mendivi Armendáriz

Respira




Respira

Nada se opone a la Vida. Pero cuando encarna un alma concreta, es vida con minúscula y se torna hilo fino, a cada instante proeza. El corazón y su latido, que podría no ser pero es, siempre del ser al no ser y de vuelta al camino. La divina chispa, nuestra llama valiente. 

El mundo de afuera nos oprime, y expelemos así átomos del alma como consecuencia de esta presión. Y morimos sin duda a cada momento, pero acude presta la respiración a reponer esos átomos que también el aire contiene. Glorioso respirar, en apoyo continuo del alma desfalleciente. Pero no te apresures en acaparar aire, sé paciente, pues un número asignado de respiraciones te toca a ti para el tiempo de tu vida.

Así, de la Hélade a al-Ándalus, entre Demócrito e Ibn Arabi, se iluminó la relación: entre la vida, el alma, el tiempo…
 y la respiración.



David Sánchez-Valverde Montero
Fotografía: Iñaki Mendivi Armendáriz



sábado, 15 de junio de 2019

Océano



Océano

Y díjole la gaviota
a la ola en su apogeo:
¡Qué grande ser hija del océano excelso!
¿Pero qué dices insensata?,
le replicó la ola erguida,
¡yo no soy hija de nadie!,
que me basto en mi belleza.

La gaviota sonrió y se elevó en el cielo,
por ver mejor a la ola hacer su trazo en el aire,
decaer, morir en la orilla luego,
y regresar veloz con su padre.

David Sánchez-Valverde Montero (Mi primavera contra el mundo)
Fotografía: Iñaki Mendivi Armendáriz

viernes, 7 de junio de 2019

El miedo



El miedo

Salir ahí afuera,
allende el alambre de espino,
vértigo ante la sola idea
de no encontrar un camino.

¿Y si cae la oscuridad,
llegan el miedo y la duda
y me alcanzan en soledad?
¿Y si no hallo salida alguna,
si no me basto a mí mismo,
si me vence la locura
y resbalo hacia el abismo?

Tal es la fragilidad de mis días,
que mis pasos no han removido
entre las piedras del riesgo, su arena,
y ahora lo sé, he comprendido,
que tras tantas cosas y penas
todo esto se escondía.


David Sánchez-Valverde Montero (Mi primavera contra el mundo)
Fotografía: Iñaki Mendivi Armendáriz

Entradas