Viajes, mapas, recónditos
lugares
Se
acercó a la mesa de roble. Las gruesas columnas de lo que antaño latía en un
árbol, sostendrían impasibles el peso de sus sueños. Desplegó varios mapas
sobre ella. Los encontró fascinantes, como siempre, aun en su amarillo gastado,
a pesar de las incontables marcas en el papel que señalaban la huella de los
pliegues cuando después los doblaba y recogía.
Liberó
la mente y a su mirada de la carga de las máscaras que velaban su alma la mayor
parte de las horas. Recorrió con los ojos y las yemas de los dedos aquella piel
hecha de lejanías, abismos y horizontes: ríos, lagos, mares y océanos fueron
los primeros en seducir su atención con sus vetas azules algo desvaídas; luego
sus manos descubrieron islas, algunas tan minúsculas que no había reparado en
ellas en anteriores vuelos, tal vez feudos de silencio y olvido, arenas blancas
nunca melladas por huella humana. Después su mirada topó con los límites de
grandes extensiones de tierra, continentes aislados o hermanados en colosales
abrazos tectónicos, quién sabe, tupidos bosques, montañas nevadas, inaccesibles.
Cuevas profundas, umbrales sin dueño y sin nombre, desiertos abrasadores pero
gélidos en la noche bajo las estrellas, torrentes de agua salvaje como arterias
de vida desbocada, ciudades desconocidas, ni siquiera soñadas, con callejuelas
de piedra y plazas henchidas de luz, palacios inmensos con jardines de cuento,
vergeles de estrechas veredas que se abrían a fuentes centenarias; ¡y templos!,
casi ocultos en remotas ubicaciones, donde las brújulas quedaban perdidas, con
bibliotecas circulares que remontaban las alturas y amables maestros que
escribían con pluma, para dejar que se posasen en el papel las señales del
universo.
Pero
él ya dormía, como solía sucederle: su pecho apoyado en la mesa, los brazos
abiertos abarcando los mapas, su rostro ladeado parecía sostener una sonrisa,
soñando en todos los lugares a los que nunca iría en esta vida, dejándose mecer
por la sospecha de que de algún modo ya conocía esos sitios, todos los puntos
sobre aquellos mapas que podía abrir ante sus ojos. Siempre que lo deseara…
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