lunes, 2 de septiembre de 2019

Poesía


Poesía

No me gusta la poesía,
pero adoro observarte dormida.
Tu tibia belleza en el lecho:
frágil, indefensa,
apacible, poderosa.

Cosa de dementes es la poesía,
de gentes que miran fijamente a la luna.
Pero paso los minutos observando
la caída de los segundos,
su colapso en el tiempo,
mientras Cronos, inexorable,
sonríe de soslayo.

Veo cómo, a través de la ventana,
languidece con suavidad el día:
una lámina radiante
primero anaranjada,
envuelve el horizonte
entre las últimas luces…
y un puñado de nubes rotas.
Seguidamente verde turquesa
sobre un halo casi extinguido,
y finalmente azul, azul y gris,
gris y negro. Noche.

De ociosos es la poesía,
nido de futilidad,
bosquejo de sueños,
pero persevero cada día
en restar crueldad al mundo,
la falsa moneda, impostura
en la mirada del humano.

No me hables de poesía,
porque en verdad moriría
por verte aparecer de entre la gente:
una mariposa azul,
en la tormenta del azar,
batiendo sus alas en el caos aparente,
deshilvanando los sueños
que yo sueño.

David Sánchez-Valverde Montero (Mi primavera contra el mundo)
Imagen: Iñaki Mendivi Armendáriz

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