Dioses,
héroes y ambrosía
II.
Prometeo
Prometeo, hijo del Titán Jápeto, que a su vez lo era de
Urano. Prometeo, descendiente de la estirpe de dioses que Zeus destronó.
Prometeo, que con arcilla húmeda y un soplo de hálito divino, dio vida a los primeros
humanos.
Prometeo, astuto y
desdichado, que cogiendo un largo tallo vegetal y acercándose con él al paso
del carro del Sol, prendió fuego a la planta. Zeus entonces ardió en cólera y
sus rayos hendieron el cielo, cuando supo de aquel robo y vio los fulgores
ígneos elevándose en el aire desde las primeras hogueras en la Tierra.
El padre de los dioses llevó su ira a los humanos de la
mano de Pandora. Después, Zeus afiló su venganza contra el hijo de Jápeto:
Hefesto fue el elegido, y obedeció con reticencia al funesto mandato, pues
admiraba la misma alta nobleza en los orígenes de Prometeo que en los de su
padre Zeus; pero sus dos criados, Cratos y Bía (la coerción y la violencia) no
tendrían tantos escrúpulos.
Arrastraron al condenado a Escitia, y sobre un precipicio
horrendo lo encadenaron en soledad al muro de roca del Cáucaso. Un insomne
Prometeo, siempre en pie frente al abismo, sufrirá durante siglos la visita de
un águila, oscura rapaz que devorará su hígado cada día, para volver a
devorarlo ya regenerado a la siguiente jornada.
Pero un feliz día, una figura colosal aparecerá
ante su febril mirada; dejará en el suelo la maza y la piel de león, se
acercará un poco más: ¡bienaventurado Hércules!, en uno de sus trabajos, camino
de las Hespérides y en busca de sus manzanas.
David Sánchez-Valverde Montero
Fotografía: Iñaki Mendivi Armendáriz
No hay comentarios:
Publicar un comentario