Soneto de la prisa y el hastío
Inquieto, hastiado, agotado pensaba
el tiempo que veloz se consumía,
ese mar que alejaba todavía
mis deberes, de los pies que arrastraba.
Pues también de los del niño tiraba;
paloma árbol, todo le detenía,
fuente piedra, se va acortando el día,
¡qué sorpresa! Todo le deleitaba.
Mi ánimo vencido, de lodo espeso
estancado en la tarde y su calor;
fue mi niño entonces y posó un beso
en la piel de mi mano, y su candor
me recordó que no había más que eso:
su amor discreto, su poderoso amor.
David Sánchez-Valverde Montero
Fotografía: Iñaki Mendivi Armendáriz
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