La conexión da comienzo:
no te aferres a nada,
no rechaces, no
busques nada.
Sutil cosquilleo bajo
los párpados,
el cuerpo parece
dormirse,
no lo permitas,
retenlo ahí.
Vibración y placer se
expanden,
ocupan todo el espacio
mental.
Se atisba la plenitud,
el sosiego, una idea
de infinito,
de unión con todo.
El tiempo se revela
ilusión,
eternidad en
movimiento.
Así pasado y futuro
virutas de algo que no
es.
Anclarse al ahora:
deseos, angustia,
ansiedad,
miedo… suspendidos.
Salvaje caballo que se
templa.
Esfuerzo, hábito, trabajo,
sostener el ahora,
evitar su caída,
la dilución en el marasmo
del inclemente discurso interno,
descontrolado torrente de ideas,
emociones, impulsos, obsesiones.
¿Quién más anda ahí?
¿Quién es el que me piensa?
La mirada frontal y desnuda
al instante que habito:
los contornos del cuerpo,
sus límites,
se han desvanecido,
desintegración de las horas,
del día presente, del lunes,
el miércoles, el domingo…
Todo se vacía.
Inabarcable y eterno.
Todo es ahora,
o no es.
¡Oh! gozosa levedad,
nada viva,
vacío, vacuidad, ¡no te vayas!
Ya se me escapa otra vez…
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